A las afueras de Mondoñedo, en las entrañas calizas del monte A Graña, se abre la boca de una cueva que ha alimentado la imaginación popular durante siglos. La conocen como la Cueva del Rei Cintolo, y es, sin duda, la gruta más emblemática de la provincia de Lugo. Pero más allá de sus más de 7.500 metros de galerías —la mayor caverna natural de Galicia—, su fama está cimentada en una antigua leyenda que mezcla amor, poder, magia y catástrofe.
Según la tradición oral, hace muchos siglos, cuando los hombres aún trataban con meigas y se creía que los montes guardaban secretos de otros tiempos, existía un reino llamado Bría, hoy desaparecido sin rastro alguno. Lo gobernaba un rey sabio y justo, Cintolo, cuyo mayor tesoro no eran ni el oro ni los palacios, sino su hija, la princesa Manfada. De belleza serena y alma generosa, la joven era querida tanto por nobles como por campesinos.
Muchos príncipes codiciaron su mano, pero ni ella ni su padre tenían prisa por entregarla. Los pretendientes eran, en su mayoría, señores de guerra, hombres endurecidos por la violencia, más interesados en la dote que en la doncella. La historia dio un giro con la llegada de un joven conde, noble de corazón limpio, que conquistó el afecto de Manfada y el respeto del rey, no con espada, sino con palabras y gestos humildes.
Pero no todos los que llegaron a Bría tenían intenciones nobles. Poco después arribó un emisario del temido rey Tuba de Oretón, brujo y señor de las sombras, quien exigió la mano de la princesa bajo amenaza de destruir la ciudad si no se le complacía. La respuesta fue un rotundo no. Entonces, el joven conde, sabiendo del peligro que acechaba, se ofreció a combatir al invasor.
Tuba, consciente de que no vencería en duelo justo, recurrió a la brujería. Conjuro a conjuro, los cielos se abrieron en un estallido de truenos y fuego. En apenas unos instantes, la tierra se tragó la ciudad entera. Bría desapareció bajo el suelo, sepultada por un cataclismo inexplicable. Solo el conde sobrevivió. En su desesperación, cabalgó al encuentro del brujo y logró matarlo. Pero al regresar, donde antes estaba el castillo, solo halló una enorme abertura en la roca: la cueva que hoy lleva el nombre del rey.
Desde entonces, la leyenda dice que la princesa Manfada permanece encantada en su interior. A veces, al amanecer, los más puros de espíritu pueden verla deambular entre estalactitas y columnas calcáreas. Si logran desencantarla, no solo liberarán su alma, sino que heredarán las riquezas del reino perdido. Pero si fracasan, serán devorados por el monstruo que guarda el secreto de Bría.
Un lugar real cargado de mito
Más allá del relato legendario, la Cueva del Rei Cintolo es un tesoro geológico. Descubierta en 1870 por el naturalista e historiador Felipe Arias, la gruta constituye un laberinto de salas, ríos subterráneos y formaciones calcáreas que atraen tanto a espeleólogos como a curiosos. Su valor paisajístico y turístico ha ido en aumento, aunque siempre envuelto en un halo de misterio. Pocos lugares en Galicia combinan de forma tan poderosa la fuerza de la naturaleza con el peso de la tradición oral.
Quienes han descendido en sus profundidades cuentan de la humedad que empapa las paredes, del silencio interrumpido solo por el goteo milenario, de una belleza casi sobrenatural. ¿Es ese el eco del reino perdido? ¿O simplemente el trabajo del tiempo sobre la roca?
Galicia es tierra de leyendas. Y aunque la historia oficial no reconoce a Bría ni al rey Cintolo entre sus anales, en la memoria popular siguen vivos. Las ancianas de Mondoñedo todavía hablan de noches en las que la cueva “respira”, o de caminantes que han oído lamentos bajo la tierra. Quizá la leyenda sea, en el fondo, una forma poética de recordar las muchas culturas que poblaron esta tierra antes de Roma, antes de la Historia. Porque en Galicia, lo mítico y lo real rara vez están separados por una línea clara.