El duelo invisible tras los incendios en Galicia

Dos personas mayores esperan en un hospital Ribera
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Las psicólogas de Ribera Polusa (Lugo) alertan de la necesidad de atender la salud mental tras la ola de fuegos, con especial cuidado hacia mayores, niños y colectivos vulnerables.

 El verano de 2025 deja en Galicia uno de los balances más duros de los últimos años por los incendios forestales. Más allá de los montes arrasados, las casas destruidas o los desalojos, queda un dolor menos visible: el duelo emocional de quienes han perdido su entorno, su proyecto vital o incluso a personas cercanas.

«El duelo es inevitable y adaptativo. Pretender que nada ha pasado o intentar seguir con la vida como si no hubiera ocurrido puede cronificar el dolor», explican las psicólogas del hospital Ribera Polusa (Lugo), que estos días están atendiendo a afectados directa e indirectamente por el fuego.

El duelo tras una catástrofe: colectivo e individual

El duelo, recuerdan las especialistas, «es el proceso psicológico que surge ante una pérdida significativa». Tras una catástrofe natural como un incendio forestal, este proceso se complica: se acumulan pérdidas emocionales, materiales y sociales, y el impacto emocional es tan intenso como inesperado.

En estos casos, el duelo se vive en dos planos. El colectivo, compartido con la comunidad afectada, que ayuda a sentirse acompañado en el dolor; y el individual, con reacciones diversas e impredecibles que dependen de experiencias previas, de la red de apoyo y de los recursos psicológicos de cada persona.

«El shock inicial, la rabia, la impotencia, la tristeza o la ansiedad son reacciones normales y saludables al principio», puntualizan desde Ribera Polusa. «El problema surge cuando estas emociones no se diluyen con el tiempo, afectan al día a día y derivan en trastornos como depresión, ansiedad o estrés postraumático».

Cómo acompañar en el proceso

Las psicólogas insisten en la importancia de permitirse sentir y de contar con apoyo social. «Escuchar sin juzgar, acompañar y verbalizar el apoyo incondicional es clave», apuntan.

Recomiendan dedicar tiempo a expresar el dolor y hablar de lo ocurrido; combinar momentos de duelo con actividades reparadoras, como labores de reconstrucción o contacto con la naturaleza; evitar frases dañinas como «podría haber sido peor» o «sé cómo te sientes»; y buscar ayuda profesional cuando el dolor se vuelve insostenible o paralizante.

El apoyo comunitario, la confianza en las instituciones y la solidaridad, añaden, son factores que facilitan la resiliencia y la recuperación emocional.

Mayores y niños, los más vulnerables

El equipo de Ribera Polusa advierte de que algunos colectivos sufren un impacto mucho mayor sobre su salud mental tras catástrofes como los incendios. Niños, personas mayores, pacientes con enfermedades crónicas o trastornos previos, migrantes, familias con menos recursos e incluso equipos de emergencias se encuentran entre los grupos más vulnerables.

«Muchas personas tienen que hacer frente a grandes pérdidas en un corto período de tiempo: pérdidas emocionales, materiales y del entorno, e iniciar un camino lleno de emociones intensas: incredulidad, impotencia, desesperación, miedo, incertidumbre, inseguridad o desorientación», explican. «Se rompe su identidad y el ecosistema del que formaban parte».

Los niños, señalan, pierden su sensación de seguridad y pueden desarrollar miedos persistentes; los mayores, con menor capacidad de movilidad o redes de apoyo, se sienten desbordados; y los profesionales de emergencias, que viven el fuego en primera línea, acumulan un desgaste emocional que no siempre se visibiliza.

Desde el hospital Ribera Polusa subrayan que, tras desastres de esta magnitud, cuidar a los más vulnerables debería ser el eje central de cualquier respuesta social y sanitaria.

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